¿Ladrillos de vino? las ingeniosas formas para burlar la Ley Seca en Estados Unidos.

¿Cómo fue que un país con bebedores de peso completo como George Washington y coleccionistas de buenos vinos como Thomas Jeffersson terminó prohibiendo el alcohol entre 1920 y 1930?

Tras la Primera Guerra mundial, el regreso de las tropas acompañada de migrantes de países europeos de escasos recursos coinicidió con un aumento en el desempleo, la criminalidad y el aumento del consumo del alcohol.

Como muchos OTROS problemas de esta gran nación, los norteamericanos culparon  a los migrantes del aumento de la delincuencia y la violencia intrafamiliar a causa del desmedido consumo del alcohol. Se decía que el consumo de bebidas alcohólicas provocaba demencia y estimulaba la delincuencia.

Fue así que un sector de la población radicalmente conservador, agrupaciones religiosas y líderes sindicales agrupados en un movimiento social denominado como La Templanza, promovieron una enmienda a la constitución que entró en vigor el 16 de enero de 1920.  La  decimoctava enmienda, conocida como “La Ley Seca” prohibió la venta, producción, importación y transporte de bebidas alcohólicas en los 48 estados de la Unión Americana.


Sin embargo, la gente no dejó de beber. Como solo se consideraba delito la venta y no el consumo, en lugar de disminuir, la demanda de alcohol aumentó drásticamente y fue ahí donde surgieron mafias, como la de la ciudad de Chicago, que aprovechando la cercanía con Canada, controlaron el contrabando y distribución ilegal de destilados, desatando un alarmante aumento de la violencia.

Pero como la ley era muy ambigua, muchos norteamericanos aprovecharon los numerosos vacíos legales para seguir consumiendo vino en bares clandestinos secretos o speakesys.

También se permitía utilizar el vino para cocinar ciertos alimentos o para su uso en ceremonias religiosas. Otra laguna legal era que el vino podía recetarse como medicamento. Y muchos médicos estaban dispuestos a recetar cosas como ” champán o whisky medicinal” que podía comprarse en cualquier farmacia.

También hubo ideas originales para sortear la prohibición sin infringir la ley. Una empresa llamada VINE GLO comercializaba “ladrillos de uva” hechos de jugo de uva concentrado y deshidratado, ya que la ley permitía comercializar derivados de uva no fermentados en todas sus presentaciones.

Así, los ladrillos de jugo de uva se comercializaron con el nombre de VINO SANO.  Y para No levantar sospechas, en los empaques se incluían instrucciones muy precisas para NO fermentar vino.

Se especificaba la advertencia de NO vertir el vino en agua y añadir levaduras y jarabe de maíz, pues de lo contrario, los ladrillos de vino disueltos en agua podrían fermentar y transformarse en estilos de vino que iban desde una imitación de vino Riesling, Clarete, Borgoña y hasta cosas como porto. Y nadie quería eso ¿verdad?

Gracias a los ladrillos de concentrado de uva, Bodegas históricas como Beringer lograron sobrevivir los años de la prohibición y salvar sus viñedos.

Muchos estadounidenses se convirtieron en maestros bodegueros aficionados que literalmente producían sus propios vinos caseros en tinas o en la bañera de su casa. Cientos de miles de estadounidenses produjeron su “vino de la casa” gracias a las instrucciones de este ingenioso producto.

Tras poco más de una década de su implementación, la Ley Seca demostró ser un fracaso. El consumo se redujo tan solo en una quinta parte, pero privó a Estados Unidos de los recursos de su quinta industria en importancia y provocó miles de muertes a causa de envenenamiento con destilados clandestinos.

Lo peor de todo fue el recrudecimiento de la violencia y las muertes a manos de bandas criminales como las de Al Capone que controlaban el contrabando de bebidas alcohólicas. Crímenes absurdos, que solo sirvieron para inspirar una gran cantidad de series y películas.

En 1933, cuando Franklin Delano Roosevelt llegó a la presidencia, cumplió su promesa de legalizar la cerveza, la sidra y el vino de mesa, anulando la decimoctava enmienda y dando fin a uno de los episodios más absurdos de la historia norteamericana.