Que una estrella de rock comercialice su propia marca de vino no es nada nuevo. La historia que vale la pena contar, es que Maynard James Keenan lleva casi 20 años vinificando con sus propias manos, bajo el inclemente sol del desierto de Arizona y con resultados realmente sorprendentes.
Para el líder de las bandas Tool, Puscifer y A Perfect Circle, la aventura de producir vino lo puso en contacto con sus raíces; su bisabuelo Marzo Keenan, quien en algún tiempo vivió en la región fronteriza entre Italia y Francia produjo vinos de cepas locales como Aglianico que vendía a muy pequeña escala entre sus familiares y amigos. Por desgracia, los descendientes de Marzo no conservaron la tradición familiar al migrar a América, por lo que Maynard tuvo que aprender el oficio desde cero.
Su interés por hacer vinos comenzó a sembrarse en su cabeza a finales de la década de los noventa, cuando la popularidad de sus bandas Tool y A Perfect Circle estaban en lo más alto. Conocido por sus canciones con temáticas en torno al dolor y el sufrimiento, Maynard encontró en el proceso regenerativo de un viñedo un paleativo a la superficialidad y decadencia que rodea a la industria del rock y el extenuante esfuerzo físico que demandan las giras. La capacidad de la vid de sobreponerse a las condiciones más adversas y echar raíces incluso en los terrenos más áridos llamó fuertemente su atención.
Keenan se mudó al pequeño pueblo de Jerome, Arizona en 1995 para aprender de un mundo que le resultaba tan apasionante como desconocido. El hombre al que encomendó diseñar sus primeros vinos fue Eric Glomski, un graduado en Ecología por la Universidad de Prescott y con experiencia previa produciendo vinos. A ambos les interesaba el reto de hacer vinos en un lugar tan inusual como Arizona y estuvieron dispuestos a correr riesgos en busca de un producto fuera de lo común. Como era de esperarse, la empresa tuvo muchas complicaciones que los llevaron a replantar acres completos debido a las heladas, el calor extremo y la rapiña de animales silvestres como mapaches y jabalís. Las perdidas fueron altas, pero siguieron adelante, aprendiendo de sus errores.
A diferencia de otros winemakers primerizos, su status de estrella de rock le brindó a Maynard James Keenan la enorme ventaja de viajar por todo el mundo y visitar viñedos en Europa, Asia, Australia y Estados Unidos. En cada país y cada ciudad que visitó durante las larguísimas giras de Tool y A perfect Circle, el músico se dio tiempo para conocer las características de las variedades de uva y los métodos de producción de cada bodega.
En su libro de memorias “A Perfect Union of Contrary Things” (Backbeat books, 2018) escrito en colaboración con su amiga Sarah Jensen, el músico narra sus andares por todo el mundo y las enseñanzas de winemakers legendarios como Peter Gago, de la bodega australiana Penfolds. En el libro se recupera una entrevista hecha en 2016 a Gago, quien recuerda la charla que sostuvieron en el año 2000, cuando la gira de A Perfect Circle hizo una parada en la ciudad de Adelaida:
“Quería conocerlo todo. Estaba interesado en el manejo de la cosecha, el proceso de vinificación, la maduración en barrica y sobre las catas” señala Gago
Los viajes lo prepararon para conocer los retos que habría de enfrentar, sin embargo, pasarían varios años de duro trabajo antes de embotellar la primera cosecha de su naciente bodega Caduceus cellars, nombre inspirado en un antiguo vocablo griego relacionado con el comercio. Según narra Sarah Jensen, el cantante dedicó mucho tiempo y trabajo físico durante los primeros años de su bodega:
“Maynard era quien ponía los CDs de Led Zeppelin y Joni Mitchell en el reproductor del búnker. Él fue quien monitoreó los caldos a medida que envejecían, probó las mezclas en cada etapa y movió toneladas de Sangiovese Grosso y Tempranillo durante las largas y calurosas semanas de la temporada de cosecha”.
Finalmente, en 2004 estuvo listo el primer vino de la pequeña bodega de apenas 40 acres. Su debut fue un blend entre Malvasía y Cabernet al que bautizó “Primer paso”, no sólo por ser su primer vino, sino porque sus características suaves lo hacían perfecto para quien comienza su camino en el mundo del vino. Los fans de Tool y los aficionados al vino interesados en el inusual blend de uva blanca y tinta agotaron la añada en cuestión de días. El éxito mediático de ese primer vino allanó el camino de Nagual de la Naga, Nagual del Sensei y Chupacabra, etiquetas con claras referencias a la cultura mesoamericana.
Para Maynard, su relación con el vino también representa un vínculo espiritual con su madre Judith Marie, fallecida en 2003 por complicaciones de un aneurisma que sufrió cuando Maynard tenía 11 años y que la incapacitó de por vida. Tras su muerte, esparció sus cenizas por el viñedo con la intención de verla renacer a través de la uva y posteriormente, del vino. Seis años después, esa ilusión se cumplió en abril de 2007, cuando la bodega Caedecius lanzó su etiqueta “Nagual de Judith” un Cabernet Savignon 100% bautizado en honor a su madre y cuyo nombre remite a los seres sobrenaturales que las culturas mesoamericanas llamaban “Nahuallis” (disfraz en lengua nahuátl), que tenían la costumbre de convertirse en animales o elementos de la naturaleza.
En su libro, Sarah Jensen narra el día de mediados de abril de 2007 en que Maynard descorchó la primera botella de Nagual del Judith, en presencia de sus colaboradores y a la mitad del viñedo: “Estas viñas y este vino son su resurrección y son sus alas, – dijo. Descorchó la primera botella, la probó y regresó el vino a la tierra en un ritual de nuevos comienzos”.
En la parte posterior de la botella, Maynard decidió incluir un sueño que su madre le contó cuando era niño, antes de sufrir el terrible accidente que la dejó atrapada dentro de su propio cuerpo:
“De niña soñaba que podía volar. Me paraba en una pierna, miraba hacia el cielo, y con los brazos levantados y hacia arriba, mis dedos estirados hacia el sol, el viento venía y giraba a mi alrededor y me levantaba suavemente en el aire.”
Sería ingenuo creer que los primeros vinos de Caduceus cellars llamaron la atención por méritos propios. Aunque el poder mediático y los esfuerzos de promoción de Maynard como una estrella de rock facilitó su entrada al mercado, el winemaker sabía muy bien que su empresa no pasaría de ser una simple curiosidad si no creaba productos de calidad que llamaran la atención de los expertos, que en aquella época tenían grandes dudas sobre la calidad de los vinos de una zona vinícola tan poco común como el Verde valley de Arizona.
En el documental “Blood into wine” (2010) que narra la historia de Caduceus cellars desde sus inicios, se incluye un segmento en el que James Suckling, jefe del buró de la versión europea de la revista Wine Spectator destaca las propiedades de “Nagual del Judith (2007)”. El crítico, que se muestra apático respecto a otras etiquetas, destaca el cassis y la personalidad de dicha etiqueta: “El vino es un producto muy evocativo, lo bebes y luego piensas de dónde viene. El Judith, me gusta porque no sólo es un muy buen vino, me gusta su estructura y su carácter, me gusta la historia sobre la mamá de Maynard. Pero además me interesa el origen del vino, este vino sabe a Arizona”. señala Suckling.
En 2008, Nagual del Judith obtuvo importantes reconocimientos en Italia, España y Australia. Para 2009, no había duda de que el rockero tatuado y de gafas oscuras se había convertido en un winemaker serio y respetado.
Hoy en día, Caduceus cellars es una bodega en pleno crecimiento. El trabajo en el viñedo se ha convertido en la principal actividad del cantante, a tal grado, que las giras de Tool y A Perfect Circle dependen del tiempo libre que le deja el viñedo. La importancia de esta actividad en su vida responde a una necesidad de ponerse en contacto con la naturaleza como fuente de inspiración.
“Para mi, estar en el campo es un intento de entender lo vulnerable que somos y el poco control que tenemos de la naturaleza. Como winemaker, cosechar uvas únicas implica volverte un esclavo de la naturaleza, del sol y la lluvia, tienes que entender sus procesos y aprender que a la naturaleza no le importa lo que tu quieras. El proceso del vino implica una lucha, cada logro que obtienes te lo tienes que ganar. Creo que en los viñedos, en la vinificación y en la música hay una lucha en la que te tienes que abrir paso” señala Maynard en la serie de videos The art of work publicado por la revista Revolver Mag.