Miguel Hidalgo y Costilla, un hombre fascinante, culto, carismático y seductor, pero como la mayoría de los líderes, también desarrolló una leyenda negra que perfila a un hombre autoritario y soberbio que asumió un poder mesiánico para el que no estaba preparado.
Pese a que la historia oficial se empeña en inculcar en las aulas la imagen canónica de un intachable patriota, la personalidad de Hidalgo siempre estuvo marcada por sus pasiones personales. Fue un amante de las artes, la literatura, el buen vino y la buena mesa; apasionado de la práctica de la música y del pensamiento crítico de la ilustración, lo que le valió una fama de liberal que poco tenía que ver con sus responsabilidades como cura de pueblo. Muchos de sus historiadores destacan las tertulias literarias que organizaba en sus residencias en las ciudades de Guanajuato y Querétaro, donde las más altas esferas de la aristocracia y las autoridades jerárquicas de la época se reunían para escuchar al cura tocar su violín y declamar poesía, presenciar obras de teatro y debatir sus ideas liberales, mientras compartían botellas de vino generoso español para maridar la charla.
Alexander Von Humboldt, quien visitó México varios años antes del inicio de la guerra de Independencia, pudo constatar que a finales del siglo XVIII, el consumo del vino en la Nueva España se había incrementado debido a que los médicos nacionales de aquella época, influenciados por las teorias del médico irlandés John Brown, comenzaban a recomendarlo en el tratamiento de la atonía, la gota, y los males cardiacos. Según narra Von Humboldt en su libro Ensayo político sobre la Nueva España: “El consumo del vino se ha aumentado mucho desde 1791, sobre todo desde la introducción del sistema browniano en la práctica de los médicos. El entusiasmo general con que se adoptó este sistema entre los asténicos o debilitantes, ha influido mucho en el comercio de los vinos generosos de España. Peros estos vinos solo los bebe la clase acomodada. Los indios, los mestizos, los mulatos y una gran parte de los blancos criollos prefieren el pulque.”
Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor nació en 1753 en la hacienda de San Diego Corralejo, muy cerca de Penjamo, Guanajuato. Desde muy pequeño, su vida estuvo ligada al campo, debido a que Cristóbal Hidalgo y Costilla, su padre, se ganaba la vida administrando la Hacienda de Corralejo, dedicada principalmente al cultivo de granos, cereales, hortalizas y ganado. En ese ambiente rural, rodeado de huertos, caballos y gente sencilla dedicada a las labores de la milpa, creció el futuro procer de la patria junto a sus cuatro hermanos. Sin embargo, la prematura muerte de su madre, María Gallaga, cuando él tenía apenas 9 años, lo hizo abrazar un acercamiento a la vida religiosa en la que creyó encontrar una vocación espiritual; por esa razón su padre toma la decisión de enviarlo junto a su hermano mayor, José Joaquín, a iniciar estudios de teología en el colegio de San Francisco Javier, administrada por la compañia de Jesús en la ciudad de Valladolid, conocida hoy en día como Morelia en honor a uno de los futuros discipulos de Hidalgo. Gracias a las vastas bibliotecas de los frailes jesuitas, el joven Hidalgo muy pronto desarrolla una pasión insaciable por la literatura de vanguardia y el pensamiento de la ilustración, grandes influencias que formarían su caracter crítico ante las estructuras monárquica de aquella época.
La expulsión de los jesuitas en 1767, interrumpió la educación de los hermanos y sembró en Miguel una semilla de resentimiento ante la corona española que iría en aumento al paso de los años. En 1768, Hidalgo ingresa al colegio religioso de San Nicolas en Valladolid, donde obtuvo el grado de bachiller en artes y filosofía. Su dedicación por el estudio no pasó desapercibida por sus profesores y en muy pocos años, Miguel obtuvo diversos cargos en el colegio como profesor y más tarde como rector, tesorero y obispo. Sin embargo, sus éxitos motivaron envidias y acusaciones de sus enemigos de malversar los fondos del colegio, ante esta situación se ve obligado a renunciar a la rectoria en 1792 y asumir asignaturas como sacerdote en el curato en Colima y posteriormente en San Felipe, Guanajuato, donde permanece hasta el año de 1800. Tras la muerte de su hermano José Joaquín, solicita al obispo de Valladolid, trasladarse al pueblo de Dolores para reemplazar a su hermano, quien ocupó el cargo hasta su muerte.
A partir de 1801, Miguel Hidalgo muda su residencia a Dolores. En este lugar, organiza tertulias literarias en las que se debaten ideas liberales sobre la revolución francesa, la prohibición de los criollos a ocupar puestos jerárquicos en la Nueva España y se comienza a discutir si lo más conveniente para el país es reemplazar a la debilitada monarquía española con una república similar a la francesa. Durante estos años, el cura divide su tiempo entre sus obligaciones clericales como párroco y la administración de tres pequeñas haciendas que adquiere junto con su hermano Manuel invirtiendo sus ahorros, conseguidos tras 20 años como catedrático. Entre 1801 y 1810, el padre inculca en su comunidad artes y oficios innovadores para la época: importa gusanos de seda para producir finas telas, abejas para la producción de miel, levanta una fábrica de loza y ladrillos, instaura talleres de herrería y carpintería y cultiva plantas de uva para la producción vinícola.
El historiador norteamericano William Dirk Raat abunda sobre la etapa de Miguel Hidalgo como vitivinicultor en un capítulo de su libro: Mexico, from independence to revolution 1810 -1910 (University of Nebraska, 1982): “Hidalgo alentó dos productos agrícolas que fueron mal vistos por el gobierno real: Vino y aceituna. La protección de las industrias peninsulares y la preservación en sus mercados coloniales determinaron las restricciones al cultivo americano de viñedos y olivares. En 1802, tras una serie de excepciones a esta política, se emitió un decreto que prohibía el establecimiento de viñedos en el futuro”.
Es bien sabido que la producción de vino fuera de España estaba prohibida y que se requería una licencia real, como la que consiguió Lorenzo García en 1597, por lo que Hidalgo decidió viajar a la Ciudad de México para tramitarla y buscar financiamiento para sus talleres. El historiador William Dirk Raat recupera ese viaje de Hidalgo en el siguiente pasaje de su libro: “Cualquier petición de un ciudadano para hacer vino debía ser presentada a los funcionarios locales de la corona. Si se demostraba que la producción de vino era necesaria en esa área en particular debido a un suministro inadecuado de España, entonces los méritos del caso debían enviarse a Madrid para su aprobación final. Hidalgo hizo un viaje a la ciudad de México para solicitar la sanción virreinal para el desarrollo de su pequeño viñedo y olivar. En esta empresa, fue apoyado por su hermano Manuel, que se había convertido en abogado en la Audiencia. Los detalles de su expedición han sido reportados vagamente por las autoridades, sin embargo, es evidente que no recibió ningún apoyo o aliento oficial. El gobierno, sin embargo, fue laxo en su supervisión de las industrias de Dolores y Hidalgo siguió produciendo uva y la convirtió en vino “.
Según relata William Dirk Raat, el cura Hidalgo incluso intentó celebrar en el año de 1810 una suerte de “vendimia”: “Un día de enero de 1810, Hidalgo, el intendente Riaño y el obispo Abad y Queipo cenaron juntos en Guanajuato. Se informa que Hidalgo invitó a estos dos amigos a ir a Dolores en el momento de la cosecha en septiembre para que pudieran observar el proceso de prensado de la uva para su industria vitivinícola. La oferta fue aceptada por los dos hombres, pero un desafortunado evento, en el que Hidalgo llamó de forma ofensiva a Riaño, impidió el encuentro”.
Fueron muchos los eventos en la vida del cura que motivaron su decisión para pasar del pensamiento liberal al levantamiento armado en contra del virreinato: la expulsión de los jesuitas, de los cuales fue alumno, la orden borbónica de incautar a la iglesia los fondos de las capellanías y obras pías que deja en la bancarota a su hermano Manuel Mariano y lo sume en una depresión que le provoca la muerte y la polarización entre las clases acaudaladas y las castas bajas sumidas en a pobreza. Finalmente, la destrucción de sus viñedos a manos de las tropas del Virrey Francisco Javier Venegas, como escarmiento a sus ideas subversivas ,incrementa su tensión en contra del virreinato autoimpuesto pero el descubrimiento de la conspiración de Querétaro es lo que termina por convencerlo de llevar a cabo, junto con Allende, los planes de levantamiento armado, en los cuales venía participando desde 1809.
Se ha dicho que Hidalgo inició la lucha armada sin una idea clara de independencia. Aunque lasconsigna de su lucha “Muera el mal gobierno, viva Fernando VII” buscaba la reinstauración del rey de España, -derrocado en 1808 por los franceses-, la realidad es que la motivación seminal del movimiento que encabezó fue un resentimiento largamente guardado entre la población hacia los españoles peninsulares. El grueso de la población que lo siguió tras su llamado a las armas la madrugada del 16 de septiembre de 1810 en Dolores, estaba compuesto por una fuerza salvaje y sin control de indios y campesinos sedientos de vengaza. Pese a que en la conspiración que se fraguó en Valladolid en 1809 se había planeado la instauración de un congreso que asumiera un congreso provisional para administrar la nación, en los hechos, el movimiento arrazó de manera brutal las posesiones de los peninsulares, asesinando a muchos nobles y hacendados que habían compartido el pan y el vino con Hidalgo unos años antes.
Así inició la dolorosa y sangrienta labor de parto que dio luz a una nueva nación llamada México. Los costos fueron incalculables, miles de vidas se perdieron en los once años que duró la lucha de independencia, pueblos enteros desaparecieron, las misiones religiosas en las que se cultivaban vides fueron saqueadas y los campos vinícolas del padre Hidalgo desaparecieron, sin que hasta el día de hoy se conozca su verdadera ubicación.
Aunque Miguel Hidalgo inició la lucha de independencia, no sería él quien la consumaría. Tras un largo peregrinar por el centro del país, en el que se liberaron ciudades y se consiguieron gloriosas victorias, la desorganización y la anarquía que caracterizó a las fuerzas de Hidalgo, Aldama y Allende obliga a los insurgentes a replegarse rumbo al norte del país, donde finalmente son capturados el 21 de marzo de 1811 en los límites de Coahuila y Texas. Tras un juicio meramente protocolario, es degradado de sus cargos eclesiásticos y entregado a la justicia civil. Tras varios meses de arresto, finalmente es fusilado el 30 de julio de 1811, en el templo jesuita de San Francisco de Asis en Chihuahua.
Miguel Hidalgo fue un hombre inteligente y arriesgado. La semilla vinícola que sembró en el bajío tardaría siglos enteros en germinar, pero gracias al valor de este controvertido cura, que ofrendó su vida en busca del bien común, aquel vino largamente fermentado nacería en una nación libre y soberana.