Análisis de DNA de Beethoven revela ingesta de plomo, proveniente de sus vinos favoritos

Al final de su vida, el gran compositor austriaco Ludwig van Beethoven desarrolló un gran gusto por los vinos, particularmente por los blancos y tintos de la región de Rüdesheimer, una zona vinícola alemana en el valle del Rhin caracterizada por la calidad de sus vinos elaborados con la variedad blanca Riesling.

Por desgracia, la afición enófila de Beethoven se desarrolló a la par de una serie de malestares físicos que derivaron en padecimientos crónicos, como su sordera y malestares intestinales como inflamación, diarreas y colitis que lo afectaron terriblemente en la recta final de sus días.

Pero, ¿cuál fue el detonante de los padecimientos de Beethoven y cómo su sordera podría estar relacionados con su consumo de vino, que llegó a alcanzar más de una botella diaria?

Una interesante historia publicada el pasado 8 de mayo por la periodista Gina Kolata en el diario The New York Times parece indicar que el consumo de vino contaminado con plomo podría estar relacionado con los padecimientos que provocaron la muerte prematura del genio austriaco con apenas 56 años, en 1827.

Los efectos nocivos del plomo ya eran bastante conocidos desde los tiempos del Imperio Romano. Fueron ellos quienes comenzaron a usar el metal para conducir agua corriente a presión dentro de las viviendas de las clases altas. La raíz etimológica de la palabra “plomero” se desprende de la palabra en latín “plumbarii” que definía a los fontaneros que instalaban canaletas de este metal. Aunque, desde tiempos romanos se sabía que el plomo era un metal venenoso y que su acumulación en el cuerpo, a través de agua contaminada podía provocar la muerte, como en muchos otros episodios de la historia, su disponibilidad y su precio pueden ser razones para seguir usando estas sustancias pese a los riesgos que conlleva.


Según relata Kolata, un hombre de negocios australiano llamado Kevin Brown, desarrolló una pasión tan ferviente por Beethoven, que logró conseguir tres mechones de su cabello que habían sido preservados en un cuadro enmarcado. Según Brown, la intención de conseguir las muestras de material genético obedecían a la petición de Beethoven en 1802 de que, cuando muriera, los médicos intentaran descubrir por qué había estado tan enfermo. Brown envió las muestras a un laboratorio especializado de la Clínica Mayo que cuenta con el equipo y la experiencia para realizar pruebas de metales pesados.

Lo que encontraron los científicos, a 200 años de la muerte del compositor, resultó sorprendente. Paul Jannetto, director del laboratorio, fue sorprendente. Uno de los mechones de Beethoven tenía 258 microgramos de plomo por gramo de cabello y el otro 380 microgramos. Un nivel normal en el cabello es inferior a 4 microgramos de plomo por gramo. Según declaraciones recogidas por The New York Times, Jannetto. declaró que: “Definitivamente demuestra que Beethoven estuvo expuesto a altas concentraciones de plomo. Estos son los valores más altos en cabello que he visto jamás”, añadió.

David Eaton, toxicólogo y profesor emérito de la Universidad de Washington que no participó en el estudio, dijo que los problemas gastrointestinales de Beethoven “son completamente consistentes con el envenenamiento por plomo”. En cuanto a la sordera de Beethoven, añadió, las altas dosis de plomo afectan el sistema nervioso y podrían haber destruido su audición.

Pero, ¿qué tiene que ver el vino en esta historia? Jerome Nriagu, profesor emérito de la Universidad de Michigan, dijo al New York Times que el plomo se utilizó en vinos y alimentos en la Europa del siglo XIX, así como en medicinas y ungüentos.

Es probable que los altos niveles de plomo en el cuerpo de Beethoven fueran por el vino barato alque era aficionado. El plomo, en forma de acetato de plomo, también llamado “azúcar de plomo”, a menudo se agregaba al vino de mala calidad en el siglo XIX para que supiera mejor.

El vino también se fermentaba en calderas soldadas con plomo, que se filtraba a medida que el vino envejecía, dijo el Dr. Nriagu. Y agregó que los corchos de las botellas de vino se remojaban previamente en sal de plomo para mejorar el sellado.

Beethoven bebía grandes cantidades de vino, aproximadamente una botella al día, y más adelante en su vida incluso más, creyendo que era bueno para su salud y también, dijo el Dr. Meredith, porque se había vuelto adicto a él. En los últimos días antes de su muerte a los 56 años en 1827, sus amigos le dieron vino a cucharadas.

Su secretario y biógrafo, Anton Schindler, describió la escena del lecho de muerte: “Esta lucha a muerte era terrible de contemplar, porque su constitución general, especialmente su pecho, era gigantesca. Todavía bebió a cucharadas un poco de su vino Rüdesheimer hasta que falleció..

Mientras yacía en su lecho de muerte, su editor le regaló 12 botellas de vino. Para entonces Beethoven sabía que nunca podría beberlos. Susurró sus últimas palabras grabadas: “¡Lástima, lástima, demasiado tarde!”

A lo largo de los años, Beethoven consultó a muchos médicos, probando tratamiento tras tratamiento para sus dolencias y su sordera, pero no encontró alivio. En un momento dado, estaba usando ungüentos y tomando 75 medicamentos, muchos de los cuales probablemente contenían plomo.

En 1823, le escribió a un conocido, también sordo, sobre su propia incapacidad para oír, calificándola de “grave desgracia” y señalando: “los médicos saben poco; uno finalmente se cansa de ellos”.

La periodista Gina Kolata finaliza su pieza relatando de forma muy emotiva narrando cómo Beethoven, ya terriblemente afectado por sus dolencias, fue capaz de completar una de sus obras maestras: “Su Novena Sinfonía fue probablemente una forma de reconciliar su dolor con su arte. Desde que era adolescente, Beethoven había quedado cautivado por un poema, “Oda a la alegría”, de Friedrich Schiller.

Le puso música al poema en la Novena, cantado por solistas y un coro, considerado el primer caso de canto en una sinfonía. Fue la culminación de la sinfonía y representa una búsqueda de la alegría. El primer movimiento es una descripción de la desesperación, escribió Beethoven. El segundo movimiento, con sus fuertes timbales, es un intento de romper con la desesperación. El tercero revela un mundo “tierno” donde la desesperación queda a un lado, escribió Beethoven. Pero dejar de lado la desesperación no es suficiente, concluyó. En cambio, “hay que buscar algo que nos llame a la vida”.