El vino de Alejandro Magno

El vino, al igual que los seres humanos, posee una dualidad que diserta entre el bien y el mal, la luz y la sombra, la genialidad y la bestial naturaleza humana. Pocos personajes ejemplifican dicha ambivalencia como el gran príncipe macedonio Alejandro Magno. El prodigioso general macedonio, admirado por Napoleón y Julio César y que llevó a sus tropas a conquistar el mundo, tuvo una relación inestable con el vino,  lo que lo llevó a tomar decisiones fatales para su imperio bajo el influjo del fruto de la vid.

Alejandro nació en el 356 Antes de Cristo en la ciudad griega de Pela. El príncipe fue críado en el seno de la gran cultura griega por su padre, el rey Filipo II de Macedonia y su madre, la reina Olimpia. Se dice que el gran sabio Leónidas y Aristóteles fueron sus mentores,  éste último, fue quien se encargo de su educación durante cinco años, inculcó en el príncipe el amor por la filosofía, la geografía, las matemáticas y la estrategia. Aristóteles introdujo al joven de un texto que sería su libro de cabecera: la Iliada.

Aunque el reino de Filipo siempre estuvo en contacto con el mundo helénico y tenía muchos elementos en común, los macedonios no eran considerados griegos. Sus ciudades se encontraban al norte de Grecia, muy alejadas de la influencia intelectual ateniense. De hecho, Tucídides les denomina “bárbaros” en su obra sobre las Guerras del Peloponeso debido a su excesiva forma de beber. El historiador Theopompus aseguraba que el rey Filipo II no sólo se mantenía borracho gran parte del día, sino que con frecuencia, salía en tales condiciones a la batalla.

A la corta edad de 16 años, Filipo encomendó a su primogénito dirigir las tropas en contra del imperio Persa y las ciudades sometidas al reino macedonio. La  astucia militar del joven Alejandro III pronto ganó fama, por lo que cuatro años después, en el año 336 A.C.y con tan solo veinte años, Alejandro asciende al trono tras el asesinato de su padre.


Al mando de un ejército de 40,000 hombres,  Alejandro comienza un reinado que en tan solo 13 años lo llevaría a conquistar todo el Asia menor, el reino de Egipto, el norte de la India, Babilonia y los territorios dominados por el imperio persa al mando del rey Dario. Su astucia en el campo del batalla, venciendo a ejércitos que lo superaban en número y combatiendo en mar y terrenos agrestes le ganó el apelativo de Alejandro el magnífico.

En sus 32 años de vida, el Imperio de Alejandro Magno dominó la mayor parte del mundo conocido de la época, favoreció el mestizaje, el intercambio cultural y fundo 70 ciudades bautizadas con su nombre. La mayor de ellas, la ciudad portuaria de Alejandría, fundada en Egipto en el  año 331 a.c. se convirtió durante muchos años en el corazón cultural del mundo helénico.

Pero la vida del gran conquistador estuvo llena de episodios oscuros. Al igual que su padre, el consumo excesivo del vino terminaría dilapidando el imperio construido alrededor de su persona y costandole la muerte a una edad prematura.

Cabe recordar que durante la época de Alejandro Magno, la reverencia al dios del vino Dionisio estaba bastante extendida y prevalecía sobre la de otras deidades. Los macedonios creían que Dionisio no sólo era el dios del vino, sino que era el vino en si mismo y que al consumirlo, el bebedor se convertía en un recipiente de su espíritu y sus prodigios. El mayor de ellos, era la habilidad de distorsionar la realidad y liberar la verdadera personalidad de Dionisio a través del ser humano.

En el libro, Alejandro Magno, su liderazgo, el escritor Lance B. Kurke abunda sobre los cuestionables hábitos del rey macedonio: “Hay que tener en cuenta que Alejandro no bebía agua, sino que tomaba vino sin cesar todos los días. Era algo habitual, pero la mayoría de la gente diluía el vino con agua (“purificandola”). Puesto que no rebajaba el vino, Alejandro vivía, básicamente, borracho.”

Algunos historiadores sugieren que el vino de la época de Alejandro Magno tenía más grados de alcohol que en la actualidad. La sospecha radica en escritos que documentan el tratamiento de enfermedades y heridas de guerra con lienzos empapados de vino. Se estima que los griegos llegaron a conocer hasta 300 variedades de uva, siendo la región norte, que se extendía entre los reinos de Tracia y Macedonia, la más propicia para producir vinos tintos de gran cuerpo y potencia.

Ancient pottery wine amphora found in the ruins in Bodrum Castle, Aegean Coast of Turkey

Bajo los efectos del potente vino macedonio, presente en cada una de sus expediciones,  Alejandro Magno cometió una serie de excesos sólo comparables a sus hazañas. Una de ellas, lo llevaría a asesinar a Clito, su gran amigo de la infancia y hombre de todas sus confianzas. Cuentan los historiadores que en el año 328 A.C. Alejandro organizó un  banquete en la ciudad de Saramanda (hoy Uzbekistan), en el que convocó a altos generales griegos y nobles persas que se habían rendido a sus pies. A mitad de la celebración, algunos asistentes comenzaron a adular las virtudes del rey, exagerando sus facultades, comparando sus hazañas con las de Heracles y Ulises e incluso señalándolo como un dios. Clito, quien conocía de toda la vida a Alejandro, e incluso salvó la vida del rey en la ciudad de Gránico, comenzó a discutir con su amigo frente a los asistentes, cuestionando la decisión del conquistador de adoptar las costumbres persas al contraer nupcias con la cortesana Roxana durante la campaña de Bactria y señalando que Alejandro no era un dios, sino un traidor a Macedonia y a las virtudes de su padre.

Alejandro, quien al igual que su amigo, se encontraba totalmente ebrio en vino, entró en cólera y atravesó con una lanza el pecho de Clito, provocándole la muerte. Se dice que el rey, al tomar conciencia de que acababa de matar a uno de sus hombres de más confianza intentó quitarse la vida y se encerró durante tres días en sus aposentos, sumido en una gran tristeza.

Pero esa, no fue la peor locura que Alejandro Magno cometío ahogado en vino. En el año 330 A.C. el conquistador ordenó quemar la ciudad de Persépolis, que se había rendido pacíficamente a los 70, 000 hombres del ejército macedonio. Según relata el historiador Plutarco de Queronea en su obra “Vida de Alejandro”, el incendio y posterior saqueo de la ciudad, se llevó a cabo luego de que una cortesana ateniense, nombrada Thais incitó al conquistador a vengar el ultraje de los persas a Grecia durante su invasión en las guerras médicas.

Según el historiador romano Arriano, “su fiel general Parmenio, instó a Alejandro a no quemar la ciudad, pero Alejandro lo hizo de todos modos”. Por su parte, el historiador Plutarco, señala que “la embriaguéz de Alejandro” lo llevó a tomar la decisión de dilapidar gran parte de la cultura del Imperio Aqueménida, el primer y más extenso imperio persa, permitiendo el saqueo de la ciudad como pago a las tropas de su ejército.

El dulce vino tinto del norte de Grecia, perfumado con miel y canela que tantas veces coronó los grandes banquetes, con los que el conquistador celebraba de forma prodigiosa sus victorias, también estaría presente en los últimos días de su vida.

En la primavera de año 324, Hephaestion, amigo personal y el más querido de los generales de Alejandro en el ejército macedonio, enfermó de gravedad padeciendo siete días de fiebres y dolores absdominales que terminaron con su vida. La muerte de su amigo, presumiblemente a causa de la fiebre tifoidea, terminó por enloquecer al emperador, al grado de prohibir cualquier tipo de música en señal de duelo, mandar cortar la crin de todos los caballos del imperio y cortarse el cabello el mismo, emulando los honores que Aquiles ofreció a Patroclo en la pila funeraria, tal y como se narra en La Iliada de Homero.

Ocho meses después de la muerte de su amigo Hephaestion, Alejandro Magno ahogaría por última vez sus penas en vino. En medio de un banquete en conmemoración a la muerte de Heracles, organizado por su amigo Medio de Larisa, el reybebió hasta perder la razón. Según el historiador Diodoro: “Alejandro bebió demasiado vino sin mezclar en conmemoración de la muerte de Heracles, y finalmente, llenando un enorme vaso, lo bebió de un solo trago. Instantáneamente chilló en voz alta, como si fuera golpeado violentamente y fue conducido por sus asistentes a sus aposentos”.

Alejandro padeció 12 días de fiebres y dolores estomacales que paulatinamente le quitaron la movilidad de las piernas. Postrado en cama, perdió también la movilidad de los brazos y luego el habla. Síntomas evidentes de una parálisis ascendente relacionada con la fiebre tifoidea, aunque también se sospecha una crísis de pancreatitis aguda relacionada con el abuso del vino. Otras teorias sugieren que fue envenenado con una hierba medicinal llamada heléboro.

La personalidad impetuosa y temeraria de Alejandro persistió hasta su lecho de muerte. El historiador Aristobolo cita que su lecho de muerte, el emperador: “Fue atacado por una furiosa fiebre y estando muy sediento bebió vino, lo que le provocó delirios y luego la muerte”   

Alejandro Magno murió el 13 de junio del año 323 a.c. en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. En sólo once años, Alejandro Magno conquistó más de la tercera parte de la superficie de la tierra y se convirtió en el conquistador más grande de la historia. Sin embargo, al final de su vida, desarrolló una conducta cruel y violenta, megalómana y arrogante, agravada por su abuso del alcohol. Durante sus 32 años de vida creo un imperio de 4 millones de kilómetros cuadrados, un gigantesco imperio que se desmoronó unos pocos años después de su muerte.

En el libro “Alexander the great: The Invisible Enemy” J.M. O Brien destaca que: “Los efectos visibles del vino revelaban la ambivalencia del dios Dionisios, por un lado exhalta el espíritu, pero por el otro, libera la bestialidad del hombre y los más siniestros impulsos”.

 

Si Alejandro hubiera acatado los aforismos griegos inscritos en el templo de Delfis (“Cónócete a ti mismo” y “No hagas nada en exceso”) inculcados por su maestro Aristóteles, quizá la historia de la humanidad hoy sería totalmente diferente.