La calidad es universal. Una prueba de ello es la magnífica armonía que los vinos españoles de la Denominación de Origen de Ribera del Duero logran al maridar con la suculenta gastronomía mexicana. Para comprobarlo, su Consejo regulador invitó a un grupo de profesionales y periodistas especializados en temas vinícolas a una degustación en la que pudimos catar una muestra representativa de sus vinos de alta gama con creaciones originales del restaurante Chapulín del Hotel Presidente Intercontinental.
La charla introductoria en la que conocimos parte de la historia, la ubicación geográfica y los estrictos estándares de calidad fue conducida por el experimentado sommelier Luis Morones. La charla sirvió como un excelente preámbulo a esta interesante experiencia gastronómica. Y mencionamos experiencia, porque no todos los días se tiene la oportunidad de enfrentar un vino de alta gamma con un plato elaborado con flores y queso fresco, o un plato de cerdo confitado con mole oaxaqueño con un tempranillo gran reserva.
Las creaciones del Chapulín fueron todo un reto de armonía que la calidad y el buen hacer de los vinos superaron con holgura. Para iniciar con el pie derecho, el fragante y fresco Avaniel rosado cosecha 2020 de la bodega Monteabellon nos abrió el apetito con la frescura del tempranillo rosé y la calidad de la cosecha 2020 de Ribera del Duero, a la que el Consejo Regulador otorgó la calidad de excelente.
El primer tiempo retó al Celeste crianza 2018 de Bodega Miguel Torres con una mexicanísima tostada de aguacate y chapulines. Los toques especiados de la proteína vegetal y animal maridaron excelente con la sedosidad de un vino con tres años de barrica.
Después tocó el turno al Pesquera Crianza 2018 del recientemente fallecido Alejandro Fernández, uno de los personajes emblemáticos de la Ribera del Duero. El maridaje fue una joya: flores de calabaza rellenas de requesón y epazote cubiertas con miel, salsa de calabaza y pepitas. Seguramente México es uno de los pocos lugares del mundo donde puede maridarse un vino de alta gama con flores y hortalizas de temporada. El resultado, sobra decirlo, fue espectacular.
Como plato fuerte de la experiencia, el excelente Torre Albeníz reserva 2014 y el Arzuaga gran reserva 2011 maridaron un estupendo lechón confitado con mole negro oaxaqueño y puré de plátano. La explosión de sabores y aromas del plato encontró un delicado equilibrio en la complejidad de los vinos Gran Reserva. Un balance que demostró una vez más que la calidad de los Ribera del Duero sale bien librada ante los platos más complejos.
Como cierre, disfrutamos de fresas asadas con crema batida y chocolate blanco con un Luz Millar roble cosecha 2018, un espléndido ejercicio que nos demuestra la versatilidad de los vinos en armonía con postres frescos.
La conclusión de esta estupenda experiencia denominada “Enlazando tradiciones mexicanas” es que los vinos tintos no sólo se maridan con pastas, carnes y queso. Dar por hecho esta ley no escrita del vino es privarse de todo un universo de experiencias gastronómicas.