Hitler, el dictador abstemio que amaba los buenos vinos

Adolf Hitler era vegetariano, abstemio y no fumaba. Sin embargo, sentía una profunda obsesión por rodearse de arte y Buenos Vinos franceses.

Aunque el dictador no bebía, los generales nazis que lo rodeaban disfrutaban de las botellas de vino que el ejército alemán saqueó a su paso por Europa. Muy particularmente en las provincias francesas durante la ocupación de Vichy en la Segunda Guerra Mundial.

Hitler tenía en su famosa residencia de ‘El Nido del Águila’ una colección privada con más de medio millón de botellas del mejor vino francés. Los Rothschild, los Mouton, los Lafite. Los mejores vinos de Burdeos, y también de La Borgoña, además de Champagne Bollinger, Krug, Pommery o Moët.

No es casual que la liberación más codiciada por la coalición aliada de Francia, Estados Unidos fuera la toma del Kehlsteinhaus, el chalet personal de Hitler, construido en los Alpes Bávaros cerca de Berchtesgaden, Alemania.


Lo que encontraron los soldados franceses que tomaron la residencia el 5 de mayo de 1945 fue un tesoro insospechado: miles de botellas de los famosos vinos Premier Cru de la casa Château Mouton Rothschild de Burdeos, Francia considerada como uno de los mejores tintos del mundo.

Fotografías y archivos del Ejército francés comprueban que los franceses llegaron antes que los americanos al Nido del Águila. El general Georges Buis declaró que sus tropas llegaron temprano por la mañana, rescataron lo que pudieron y se escabulleron pocos días después, cuando vieron que llegaban las tropas estadounidenses.

Los franceses consideran al vino como arte, para ellos, reclamar las botellas como parte de su acervo cultural era motivo de especial orgullo. Los soldados norteamericanos, en cambio, eran jóvenes rurales que desconocían por completo lo que tenían frente a ellos.

Para sus generales, el objetivo principal era tomar el “Nido del Águila” por el valor simbólico que tenía para Hitler, ya que el chalet había sido un regalo de cumpleaños para el Fuhrer. Para los americanos, el destino del vino era totalmente intrascendente.

Las tropas americanas descorcharon cientos de botellas celebrando la caída de los alemanes sin saber el valor de lo que bebían. Las fotografías del 10 de mayo de 1945 atestiguan su presencia en el Kehlsteinhaus. Además, la escena ha sido recreada en más de una ocasión en películas y series como Band of brothers de Steven Spielberg.

Los americanos sin saberlo, tuvieron una de las borracheras más caras de la historia. Se estima que lo que se bebieron eran en su mayoría vinos y champañas de crianza con un añejamiento superior a los 50 años.

Hoy en día, el Nido del Águila, ubicado en la provincia alpina de Buswendeplatz está abierto al público como atracción turística. Un estrecho sendero pavimentado conduce en varias caminos de terracería hasta Kehlsteinhaus.

Al pie del risco que corona el chalét que alguna vez perteneció al Führer se ubica el ascensor Kehlstein, un elevador de 124 m de altura que termina directamente en el vestíbulo de Kehlsteinhaus. La entrada al ascensor es una puerta hecha de bloques de granito, que conduce a un túnel también de 124 m de largo y 3 m de alto. El ascensor en sí está reflejado y cubierto con bronce.

Del destino de las botellas no se sabe casi nada. La escritora Virgina Gasull propone en su novela “In vino veritasque posiblemente se encuentren en las cavas de coleccionistas millonarios. Aunque la trama de su novela es ficción, la española pasó muchos meses de investigación siguiendo las huellas de las botellas en museos y archivos franceses.

“Abril de 1945. Las tropas aliadas ya han desembarcado en el continente y están liberando Francia junto con tropas del ejército francés. Se han internado en Alemania y están a punto de llegar a Berchtesgaden.[…]Hace calor, el camino es muy complicado, y tienen que detenerse con frecuencia por el peligro de minas y trampas. El aire es demasiado tenue y les cuesta respirar. Cuando llegan a la cima, están exhaustos. Entran en la casa, y en el sótano se encuentran con una puerta blindada. Colocan una pequeña carga de explosivos. La detonan, y una vez que se despeja el polvo y el humo, la puerta aparece ligeramente abierta. Y Bernard se cuela por la pequeña apertura. Está muy oscuro. Enciende la linterna, ilumina la enorme estancia, y le cuesta unos segundos darse cuenta de lo que allí hay. No se lo puede creer. Apunta con la linterna a las paredes de la estancia, y se queda abrumado. Sólo se ven botellas y más botellas. En las estanterías de las paredes, en cajas de madera… Están todos los grandes vinos, todas las añadas legendarias. Los Rothschild, los Mouton, los Lafite… los mejores Burdeos, los más extraordinarios vinos que ha visto nunca. Echa una cuenta rápida. Por lo menos hay medio millón de botellas.” – Extracto de la Novela In Vino Veritas de Virgina Gasull