En el mundo del vino, el prestigio es un capital que se construye a base de acciones y argumentos. En el caso particular de los Buenos Vinos de Ribera del Duero, la buena fama de sus más de 320 bodegas agremiadas adquiere una nueva dimensión cuando se confirma en el paladar, es por eso que el Consejo Regulador de Ribera del Duero y la Cámara Española de Comercio en México se encargan de llevar a cabo catas y actividades de promoción en las que se transmite al público nacional las características y cualidades de los productos de esta maravillosa región española.
En el marco del Tapatour 2019, ambas instituciones llevaron a cabo una interesante cata de vinos de la Denominación de Origen en la Ciudad de México, dirigida por el sommelier Ricardo Espíndola, wine embassador de Ribera del Duero.
La sesión a la que algunos medios especializados y miembros del medio gastronómico pudimos asistir a una experiencia dividida en una parte teórica, en la que conocimos las peculiaridades de la zona vinícola, su impacto socioeconómico en la cadena de producción de la región y finalmente, los estrictos controles que regulan la calidad de cada uno de sus vinos.
La historia de la Denominación de Origen fundada en 1983 y ubicada en la región de Castilla y León está llena de particularidades. Sus orígenes vitivinícolas se remontan a los tiempos del dominio del Imperio Romano, de manera que llevan más de 2,400 años de historia cultivando, experimentando y mejorando métodos de producción del vino.
Para dimensionar la importancia del mercado mexicano para Ribera del Duero, basta mencionar que nuestro país es el segundo mercado de exportación mundial, sólo por debajo de Estados Unidos. Aunque su extensión de viñedos abarca 24,319 hectáreas (muy superior a las 65,000 que existen en todo México) la D.O. se distingue por la calidad y no por la cantidad de sus etiquetas. La función del Consejo Regulador es vigilar la normatividad de los vinos, de manera que la brecha de calidad entre los vinos premium y los más accesibles sea la menor posible.
En la parte sensorial, tuvimos la oportunidad de catar las diferentes categorías de los vinos de la región: cosecha, crianza, vino de autor y reserva. Un detalle importante fue que el sommelier Espíndola aclaró que no mencionaría las etiquetas hasta el final de la cata con el objetivo de centrar la cata en las particularidades de cada clase de vino.
Con los cuatro vinos sobre la mesa, pudimos apreciar las leves diferencias de color entre los vinos y las marcadas diferencias en cuanto a gama aromática. En este sentido, el vino joven fue en una primera impresión el más fragante y expresivo, mientras que el reserva nos resultó un tanto sobrio y monótono en cuanto a aroma pero, muy interesante a la vista.
Tras la cata en boca, las diferentes expresiones de acidez, astringencia y cuerpo fueron evidentes en cada uno de los vinos. La intensidad fue en aumento al pasar del Cosecha al Crianza y de ahí al vino de autor. Finalmente, un detalle verdaderamente excepcional ocurrió cuando el Wine Embassador nos sugirió volver a probar los remanentes en copa del primer vino después de catar el vino de más calidad. La sensación fue excepcional, pues tras probar el fino reserva por la boca, el primer vino que antes nos pareció súper expresivo, en una segunda apreciación nos pareció mucho menos interesante.
Cada cata de vinos de Ribera del Duero es una delicia al paladar, pero cuando un experto como el sommelier mexicano Ricardo Espíndola lleva la conducción, la experiencia se vuelve una verdadera lección en materia de vinos. Con eventos así, el Consejo Regulador de Ribera del Duero y la Cámara Española de Comercio en México confirman su liderazgo en materia de la promoción comercial y gastronómica de los buenos productos de España en México.