Hay un libro de Juan Villoro dedicado a la Peninsula de Yucatán llamado “Palmeras de la brisa rápida” en el que menciona una frase que me gusta mucho, porque es totalmente cierta: “Lo más parecido a visitar un país extranjero, sin salir de México es recorrer Yucatán”.
La historia de la Península es apasionante, porque tiene un recorrido propio, distinto al del resto de México. En tiempos de la Colonia se le consideró una capitanía independiente a la Nueva España, tuvo contactos muy cercanos con la isla de Cuba y conflictos con Inglaterra y sus corsarios piratas. En tres ocasiones tuvo el estatus de estado autónomo de Yucatán. Particularmente en 1841 y 1846 como nación independiente a los Estados Unidos Mexicanos, estuvo a punto de anexarse a Estados Unidos y tuvo sus propios conflictos internos como la guerra civil entre Mérida y Campeche y la poco difundida Guerra de Castas, entre mayas y mestizos que se extendió durante más de 50 años.
Toda esa historia, se refleja en una cultura propia de la zona y una gastronomía antiquísima con un gran potencial de armonías con vinos frescos y tranquilos. Por un lado están la comida del mar, propia de la zona como el pan de cazón, elaborado a base de tortillas de maíz, carne del cazón -que es una variedad cercana a los tiburones-, todo esto bañado con una rica salsa de tomate con toques de habanero que va de maravilla con un vino blanco fresco, de las variedades chardonnay, chenin blanc o sauvignon blanc y por otro los guisados a base de cerdo y pavo que van de maravilla con vinos rosados frescos y tintos jóvenes.
México tiene más de 11 mil kilómetros de litorales y una gran variedad gastronómica, por lo que las opciones para armonizar con vinos frescos es inmensa. Por naturaleza, los blancos, rosados y espumoso van de maravilla con productos del mar como camarones, chicharrones de pescado y filetes a la plancha o bien sazonados.
En una categoría aparte, está el pulpo. Las preparaciones tradicionales de la gastronomía yucateca son sin duda una obra maestra. El pulpo a las brazas, ahumado con una guarnición de pure de papa y verduras frescas, o en su tinta, condimentado con escabeche y jitomate y su buena guarnición de arroz, sin dejar de lado preparaciones más sofisticadas como el pulpo en salsa de vino blanco son materia dispuesta para experimentar maridajes con vinos frutales, especiados o secos, aunque también van muy bien con un rosado de tempranillo, garnacha o un vino espumoso de la variedad parrelllada o xarel lo.
Finalmente, no se puede visitar la península sin probar el cerdo yucateco, aunque en este renglón sobresale la cochinita pibil condimentada con axiote y cebolla morada, y el lechón tierno que van estupendamente con vinos tintos como el tempranillo, el merlot o el malbec que logran un balance muy agradable con la grasa magra del cerdo. Qué decir del relleno negro a base de carne de pavo condimentada con axiote y toques de yema de huevo. Desde 2013, la gastronomía yucateca, es considerada Patrimonio Cultural Intangible del Estado de Yucatán por decreto oficial. Un tesoro cultural al que los entusiastas del vino deberían acercrse con ánimo curioso para experimentar las posibilidades de armonía con los vinos nacionales y los de importación que se encuentran disponibles en el mercado.