Cuando se tiene una visión como la de Robert Mondavi para hacer las cosas de forma diferente y trabajar incansablemente hasta lograr un producto de excelencia, es fácil inspirar a los demás y detonar un cambio. Pese a que Robert no fue un viticultor o un enólogo de profesión, conoció el negocio desde abajo, entendió las necesidades de toda la cadena de producción y supo reconocer una gran oportunidad potencial. Esa mentalidad hizo que su solo nombre pasara a la historia como sinónimo de liderazgo, calidad y excelencia en los buenos vinos norteamericanos.
Robert Mondavi nació en Virginia, Minnesota en 1913. Sus padres, Cesare Mondavi y Rosa Grassi llegaron a Estados Unidos en 1906 provenientes de la provincia italiana de Ancona con la intención de trabajar en la industria minera de Minnesota, donde ya laboraban algunos de sus amigos. Al paso de los años, el jefe de familia logró reunir el capital necesario para abrir un pequeño bar que atendía a los migrantes italianos de su localidad. Entre vinos y platillos italianos transcurrieron los primeros años de vida del pequeño Robert.
Con apenas 10 años de edad, Robert Mondavi comenzó a involucrarse en el duro mundo del vino. Por aquellos años, él y sus hermanos Peter, Helen y Mary pasaban incontables horas construyendo cientos de cajas de madera en la que su padre embarcaba las uvas para vino que comercializaba a ciudades como Boston, Nueva York y Pennsilvania. Debido a la prohibición de bebidas alcohólicas en Estados Unidos que se extendió desde 1920 hasta 1933, los clientes de Cesare se limitaban a italianos que gustaban hacer sus propios vinos en casa. En Lodi, California, Cesare estableció un exitoso negocio de empaque de frutas con el nombre de C. Mondavi and Sons. En una entrevista grabada en 1984 y que forma parte del acervo de The Bancroft Library de la Universidad de California en Berkeley, Robert Mondavi narra a detalle la excepcional forma de hacer negocios de su padre Cesare:
“A mi padre le gustaba hacer negocios con sus amigos. Recuerdo el primer viaje de trabajo que hice con él cuando yo todavía estudiaba en la universidad. Quedé estupefacto al ver que su relación con sus clientes era muy amistosa, cuando iba a verlos, jugaban a las cartas y conversaban por horas de cualquier cosa menos de dinero. Cuando nos íbamos y estábamos a punto de subir al autobús o al tren de regreso a casa era cuando cerraba los tratos con apenas unas cuantas palabras. Era una relación muy personal que priorizaba el entendimiento mútuo y que finalizaba comentando brevemente si la uva de ese año era buena o podía estar mejor y a partir de eso acordaban un precio, ya que entendían que estaban haciendo negocios benéficos para ambas partes. Una de las grandes enseñanzas de mi padre fue la importancia de construir una buena imagen”.
Cesare Mondavi, comercializaba las variedades zifandel, moscatel, carignan y alicante. Al lado de su padre, Robert tuvo sus primeras enseñanzas en el negocio vinícola inspeccionando la calidad de las uvas, comprando cosechas completas a los productores locales y cerrando tratos. A pesar de que la empresa familiar estaba completamente ligada a los procesos de la tierra, Cesare jamás estuvo interesado en comprar tierras o cultivar sus propios viñedos.
“Siempre tuvo una buena reputación entre los productores californianos. Era bien conocido por ser un hombre recto, de pocas palabras y que siempre pagaba sus deudas”
El 6 de diciembre de 1933, Estados Unidos levantó la prohibición de la venta de alcohol. Con la desaparición de la Ley seca, la empresa familiar Mondavi & Sons creció exponencialmente. Desde niño, Robert conoció el potencial de la uva de los valles de Napa y comenzó a familiarizarse con las características de los mejores vinos de las mejores bodegas de la época, como Inglenook, Beringer y Beaulieu. De alguna forma, sabía que podía dar forma a vinos de una calidad superior. Robert Mondavi supo identificar una oportunidad en el valle de Napa y cuando esta se presentó, estaba listo para tomarla y aprovecharla.
La oportunidad de oro llegó en marzo de 1943. La bodega de Charles Krug, fundada en 1861 y la más antigua de Napa salió a la venta y no había mejor comprador que los Mondavi. Robert convenció a su padre y a su hermano Peter para aprovechar su red de contactos en el mundo del vino californiano y hacer rentable la bodega sin descapitalizarse. La idea fue sencilla: compraría el vino a granel a sus vecinos de Sunnyhill para vinificarlo y venderlo embotellado bajo los estándares de calidad de la bodega Krug.
Aunque la condición de su padre para comprar la finca era que Robert y Peter trabajaran en conjunto, al inicio, el primero fue quien invirtió la mayor parte de su capital y tiempo en renovar la bodega. En aquella época el menor de los Mondavi formaba parte de la Fuerza Aérea Norteamericana y fue reclutado para servir en la Segunda Guerra Mundial. A su regreso a Estados Unidos, Peter tomó el mando de la línea de producción e implementó un sistema de fermentación en frío para la producción de vinos secos que disparó la buena reputación de los vinos Krug. En 1949, este sistema cosechó su primer medalla de oro en la California State Fair con su etiqueta Traminier blanco, un vino burbujeante y fresco que sorprendió a los jueces por su carácter y pureza. El entusiasmo de Robert para inscribir sus etiquetas a concursos y la inventiva de Peter para adaptar novedosas técnicas de producción lograron una magnífica mancuerna que detonó las ventas y el prestigio de su bodega. Los chicos Mondavi, como se les conoció en la década de los cincuenta, acapararon los titulares en revistas como Newsweek, Life y Consumer report.
Pero no todo fue sencillo para los hermanos Mondavi durante sus primeros años dentro del mundo del vino. Las fuertes convicciones de Robert por hacerse de un buen nombre no siempre encajaban con el duro mundo de los negocios. Una decisión de Robert en 1947 afectaría de forma irreversible la relación entre los hermanos. Aquel año, el menor de los Mondavi pasó por alto las recomendaciones de su padre y de su hermano y se comprometió a comprar grandes cantidades de vino a granel y cosechas enteras de uva a productores locales para satisfacer la demanda de grandes distribuidores de la costa este. Nadie imaginaba que ese mismo año, la sobre oferta de los vinos de mesa hizo caer dramáticamente el precio del galón de vino a granel a tan solo 50 centavos de dólar. Pese a tener contratos firmados, la mayoría de los compradores de uva incumplió su palabra con los Mondavi, dejándolos con una pérdida superior a $371,000 dólares que debió financiarse con dolorosos préstamos e hipotecas bancarias que la famlia pagó durante más de una década. Pese a estar en todo su derecho de hacerlo, Robert declinó demandar a los viejos amigos de su padre y asumió la deuda, poniendo a la bodega Krug al borde de la quiebra. Aquel episodio, que según Peter los hizo retroceder quince años financieramente, causaría un gran rompimiento entre ambos.
Un par de años más tarde del error de negocios de Robert, Peter sugirió a su padre remover de la dirección de la empresa a su hermano para manejar entre ambos las decisiones financieras de la empresa. El patriarca se negó, no sin antes imponer a ambos un ultimátum: Si Peter volvía a cuestionar las decisiones de su hermano lo despediría y si Robert volvía a tener un error de ese tamaño también sería removido. Como buena familia italiana, ninguno de los dos se atrevió a cuestionar la autoridad del patriarca, pero la relación entre los hermanos ya estaba rota y en 1958, Cesare se vio obligado a ceder el control absoluto de la empresa a Robert debido a las constantes quejas de los compradores respecto al deterioro en la calidad de los vinos y los retrasos en las fechas de entrega. Aquella decisión fue definitiva para Peter, quien ajustaría cuentas con su hermano poco después de la muerte de Cesare, ocurrida en 1959 a causa de un paro cardiaco.
Sin la mediación de su padre, las diferencias entre los hermanos por la dirección comercial llegaron a los tribunales. Finalmente, tras largos años de litigios y dolorosas disputas por dinero, los abogados de Peter forzaron a Robert a salir de la compañía que había ayudado a construir y a la que había dedicado gran parte de su vida. Para 1965, el mayor de los Mondavi llegó a los 52 años desempleado, con muy pocos ahorros en el banco y con dos de sus tres hijos en edad universitaria.
Pero Robert estaba lejos de haber sido derrotado. Lo que sucedió a partir de ese año, se convertiría en una de las historias de éxito más inspiradoras en la historia vitivinícola norteamericana. Al impedírsele continuar en la empresa familiar, se propuso fundar su propia bodega y bautizarla con su nombre para demostrarle a su familia que él tenía razón. La excelente reputación de Robert y su decisión en 1947 le ayudó a reunir los fondos necesarios para la construcción de su nueva bodega al lado de sus hijos Michael y Tim Mondavi en el Valle de Napa. La Robert Mondavi Winery nació en 1966 con Michael a cargo de las ventas, Robert del marketing y Tim como enólogo en jefe asistido por gigantes como el winemaker de origen ruso André Tchelistcheff y el norteamericano Warren Winiarski. Gracias a la ayuda de productores locales como Ivan Shoch, Mondavi adquirió 11 acres del legendario viñedo To Kalon (un término griego que significa “la hermosa”) plantado por el pionero del Valle de Napa, Hamilton W. Crabb en 1868.
Mondavi vio el potencial del entonces desconocido Valle de Napa para convertirse en una de las regiones vitivinícolas más importantes del mundo. Durante la década de los sesentas viajó por Europa y conoció muchas de las grandes regiones productoras del mundo. Lo que vio en las grandes bodegas de Bordeaux, Borgoña, la toscana italiana y la región del Moselle en Alemania fue toda una revelación, la forma de cultivar las uvas y vinificar el vino era muy diferente a la manera en que se producía el vino de mesa en norteamerica. Según cuenta en su auobiografía titulada “Harvest of joy”, fue en uno de esos viajes por Francia durante 1962 cuando supo la clase de vino que quería hacer:
“Este es el vino que quiero hacer” le dije a mi esposa Marge. “Vinos que tengan gracia y estilo, armonía y balance” Durante mis viajes por Europa quedé impresionado con algo más: una oportunidad. Vi grandes contrastes en el vino europeo.Chateau Mouton-Rothschild, Chateau Lafite, Chateau Margaux, Chateau Haut-Brion y Chateau Petrus hacían vino maravilloso, sutiles y complejos con sabores siempre limpios. Y descubrí la razón, todos esos Cateaus usaban solo barricas nuevas de roble francés”.
Robert tenía bien claro el tipo de vino que quería hacer y los medios para hacerlo reaidad. El cariño que Robert había sembrado entre los productores, comerciantes locales y los jornaleros mexicanos indocumentados, a quienes Robert apreciaba especialmente porque él mismo provenía de una familia de migrantes, fueron de gran ayuda para materializar sus metas. Aunque los esfuerzos de los Mondavi se enfocaron en el cultivo de uvas tintas de gran potencial para vinos de calidad como cabernet sauvignon y pinot noir otros vinos frescos como su sauvignon blanc fueron una agradable cuando salieron al mercado en 1967, apenas seis meses después de su primera cosecha.
Curiosamente, los vinos norteamericanos causarían sensación unos años después en Europa. En 1976, el crítico de vinos británico Steven Spurrier organizó en París una cata a ciegas de 16 vinos franceses y norteamericanos. Entre los jueces se encontraban personalidades como Aubert de Villaine, copropietario y codirector de la prestigiada casa Domaine de la Romanée-Conti. Aquella cata, que pasó a la historia como El Juicio de París puso a los vinos californianos en el mapa mundial, pues tres de los cuatro vinos mejor calificados eran californianos, entre ellos la añada de 1973 del cabernet sauvignon de la casa Stag’s Leap Wine Cellars, elaborado por Warren Winiarski, el primer enólogo de la casa Robert Mondavi.
Entre los vinos franceses mejor calificados en El Juicio de París estaba el cabernet sauvignon cosecha 1970 de la casa Château Mouton Rothschild. El barón Phillippe de Rothschild había seguido con cautela la evolución del vino norteamericano y le interesaba mucho involucrarse de alguna forma en ese mercado. En 1971, se establecieron los primeros contactos con Mondavi, pero no fue hasta 1978 que Robert y Phillippe pudieron discutir en persona la elaboración de un cabernet sauvignon norteamericano de alta calidad. El encuentro entre ambos personajes, emparentados por su incansable búsqueda de la excelencia ocurrió durante una visita de Robert y sus hijos a Burdeos en 1978.
Timothy Mondavi, fue el encargado de dirigir esta excepcional alianza en mancuerna con el winemaker francés Lucien Sionneau, enólogo de la prestigiosa casa Château Mouton Rothschild. La primera colaboración entre una vinícola norteamericana y un productor de grand crus franceses llevaría el nombre de Opus one, palabra derivada del latín que significa trabajo y que frecuentemente se usa para definir a la primera obra maestra de un compositor musical.”
En 1984, el barón Philippe y Robert encomendaron al arquitecto Scott Johnson del despacho Johnson, Fain & Pereira el oneroso diseño de la bodega Opus One. El barón no pudo verla terminada pues murió en 1988, un par de años antes de su inauguración. En 1991, la baronesa Philippine de Rothschild y la familia Mondavi se reunieron para celebrar su primera cosecha en la propiedad Opus One. Para entonces, el blend de ambas familias, elaborado a partir de un excelente cabernet sauvignon se cotizaba muy alto y era muy apreciado por los principales críticos del vino.
Aunque las bodega Robert Mondavi y Opus One se encontraban estupendamente posicionadas en el mercado de vinos de altísima calidad, la familia Mondavi también entró de lleno en el negocio del vino de mesa ofreciendo etiquetas con una buena relación entre costo y beneficio con la adquisición de la bodega Woodbridge en Lodi, California, que en muy pocos años produjo más de un millón de cajas de vinos tintos, blancos y rosado al año. La expansión de los Mondavi y su entrada a la bolsa de valores de Nueva York materializó el sueño de Robert de crear buenos vinos al estilo europeo y acercarlos a la mayor cantidad de gente posible.
Tal y como lo escribe en su autobiografía, para Robert Mondavi, la cultura del vino era mucho más que un estilo de vida:
“Para mucha gente en el valle de Napa, el vino era solo un negocio. Una agradable forma de ganarse la vida. Pero no para mi. El vino para mi siempre ha sido algo mucho más grande. El vino para mi es pasión. Es familia y amigos. Es la calidez de corazón y la generosidad del espíritu. El vino es arte. Es cultura. Es la esencia de la civilización y del arte de vivir”.
El crecimiento del gigantesco imperio vinícola que construyó a lo largo de más de cinco décadas de trabajo muy pronto rebasó las capacidades físicas de Robert, quien a finales de la década de los noventa se había convertido en un feliz octagenario entusiasmado en la labor filantrópica. Al paso de los años, cedió las decisiones empresariales a sus hijos Michael y Timothy con la certeza de que el relevo generacional continuaría con la obra a la que había dedicado su vida desde 1965. Sin embargo, las cosas no saldrían como él imaginaba.
El inicio del nuevo milenio le hizo ver a los hermanos Mondavi que la calidad de sus vinos premium era un activo muy valioso, pero la venta de vinos de mesa de sus líneas Woodbridge y Private selection eran las que soportaban la costosa inversión en instalaciones como la bodega Opus One y la labor filantrópica de su padre en iniciativas como la construcción del Centro Estadounidense para el Vino, la Comida y las Artes que Robert inauguró en 2001 y que cerró sus puertas en 2008. En los primeros años del nuevo milenio, los beneficios de la Robert Mondavi corp. que para entonces ya cotizaba en la bolsa de valores, apenas alcanzaron las metas de negocio planteadas a sus inversores y para 2003 sus proyecciones se acercaban peligrosamente a un estado de insolvencia debido a los pesados costos que soportaba.
Por si fuera poco, las añadas de sus vinos de finales de los noventas recibieron duras críticas de expertos como Robert Parker, quien cuestionaba el declive en la calidad de sus etiquetas. Además, las diferencias entre los hermanos Michael, Timothy y Marcia por el control de la empresa y la cesión de acciones a inversionistas ajenos al núcleo familiar crearon fracturas en la junta directiva que fueron aprovechadas por los directores externos para votar la expulsión de los hermanos de la direccion de la empresa para finales de 2003.
Paradójicamente, la labor filantrópica de Robert Mondavi para promover la cultura del vino en Estados Unidos fue una de las razones por las que a los noventa y dos años, el carismático empresario norteamericano tuvo que presenciar como su empresa se vendía al conglomerado Constellation Brands de la familia Sands, una de las transnacionales más poderosas en el mercado de los vinos y licores.
La incapacidad de sus hijos para dirigir la compañía que apenas seis años antes había registrado un récord de ventas rompió el corazón de Robert, quien tuvo que presenciar como su legado quedaba dilapidado por la tercerageneración de Mondavis. Pero ni siquiera el enorme dolor de perder la empresa a la que dedicó su vida entera doblegó su espíritu. En 2005, a la edad de 93 años y postrado en una silla de ruedas, tuvo fuerzas suficientes para ser parte de un último esfuerzo en el mundo del vino: La creación de Continuum, una pequeña empresa vinícola fundada junto a sus hijos Timothy y Marcia y enfocada hacia vinos de gran calidad.
El 16 de mayo de 2008, el carismático empreario vinícola que hizo suya la frase del pensador romano Petronio:”El vino es vida” murió a los 94 años de edad en su casa de Napa Valley, dejando un asombroso legado de amor por la tierra, perseverancia y el arte de crear vino de calidad sobre todas las cosas.